Adela Muñoz Páez

Catedrática de Química Inorgánica

Universidad de Sevilla
(La Carolina, Jaén, 1958)

Adela Muñoz Páez, catedrática de Química Inorgánica en la Universidad de Sevilla, ha pasado gran parte de su vida investigadora trabajando en espectroscopia de absorción de rayos X, sobre todo en fuentes de radiación sincrotrón en todo el mundo. Pero en los últimos años, lo que había sido en inicio solo una afición, la investigación sobre la participación de las mujeres en la historia de la ciencia, se ha convertido en su ocupación principal.

Adela Muñoz en la universidad de Isfahán (Irán) en 2017.

Adela Muñoz Páez reconoce que su dedicación a la Química no nació por una vocación clara:

“Cuando era pequeña no tenía conciencia de que una mujer pudiera ser científica. Mi padre quería que yo hiciera derecho como él, y que después me hiciera registradora de la propiedad. Pero a mí no me atraía mucho estar encerrada un montón de años estudiando cosas que estaban en los libros para aprobar una oposición. Mi abuela decía que yo debía de hacer farmacia, porque mi abuelo había sido farmacéutico y en casa había habido una farmacia y, además, porque farmacia era una carrera apropiada para mujeres. Y justo ese último motivo fue el que me decidió a descartar farmacia. Yo había estudiado ciencias en 5º y 6º de bachillerato, pero hice COU de letras porque pensaba estudiar Filosofía para entender por qué estamos aquí. Pero finalmente decidí ir a un nivel un poco más simple: entender cómo funcionaban las cosas y cómo eran las reacciones químicas del mundo que nos rodeaba. A ello ayudó que tuve un profesor apasionado de la química que nos la enseñó muy bien. Así es que finalmente, por descarte, me matriculé en Química. Y una vez en la facultad, la química me gustó muchísimo”.

Durante la carrera, además de su amor por la química, nació otro interés que con el tiempo se ha convertido también en su principal ocupación profesional:

“Una de las cosas que me pregunté casi desde el principio fue por qué no había una reacción química con nombre de mujer o un método, un proceso o un principio. Fue algo que me extrañó mucho porque yo tenía bastantes compañeras brillantes y varias profesoras. Entonces empecé a recopilar información sobre mujeres científicas. En mis viajes a congresos, estancias en el extranjero, etc… siempre iba a las bibliotecas, a las librerías, y en Europa me fui encontrando algunos rastros de mujeres científicas. Así que unida a mi carrera de investigadora en química, desde el principio empecé a buscar información sobre mujeres científicas”.

Pero antes de dedicarle la mayor parte de su tiempo a la historia de las mujeres científicas, Adela Muñoz Páez le dedicó muchos años a la investigación en química.

“En los últimos años de la carrera nos enseñaron que había muchas cosas en química que no se sabían todavía, que había mucho por descubrir y me pareció que ahí había trabajo por hacer. Busqué un profesor que considerara iguales a chicas y chicos y empecé a trabajar en mi tesis en un grupo en el que había otras mujeres y una consideración más o menos igualitaria; pero esa consideración cambió cuando me quedé embazada. Fui penalizada con un parón de tres años en mi tesis, aunque yo seguía trabajando en la facultad doce horas; pero eso no lo he visto hasta muchos años después. Si no hubiera sido una cabezona, me habría ido sin terminar la tesis, porque se hizo interminable. Yo entonces pensaba que había una cierta justificación del parón por mi situación personal; no he visto que en realidad sufrí discriminación por razón de sexo hasta quince o veinte años después. A partir del parón la relación con mi director de tesis se torció porque ya no había confianza”.

A pesar de la discriminación que sufrió, acabó su tesis dedicada a los catalizadores heterogéneos, los precursores de los actuales catalizadores de los tubos de escape de los coches, y tras ello realizó varias estancias posdoctorales.

“Estuve en Holanda, en la Universidad Tecnológica de Eindhoven, y allí vi que estaban todavía peor que nosotros, porque en la facultad de Química de la Universidad de Sevilla un 25 o 30% del alumnado eran mujeres, pero en la universidad a la que fui, en el curso 1988/89 ya hacían campañas para captar mujeres porque las chicas eran solo un 5% del alumnado y prácticamente no había profesoras. Además, de manera general, en la sociedad holandesa, para una mujer con hijos era muy difícil trabajar hasta que estos tenían unos seis años. Unos años antes, al comienzo de mi tesis, hice otra estancia en la École Polytechnique Fédérale de Lausanne, en Suiza, y allí la situación para las mujeres que querían desarrollar una carrera era todavía peor: las guarderías y los colegios empezaban media hora más tarde que los trabajos y contratar personas para que se ocuparan de los niños durante ese tiempo era muy, muy difícil”.

Al volver de Holanda y como la situación en el grupo en el que había realizado la tesis doctoral no mejoraba, decidió comenzar a trabajar en una nueva línea de investigación.

“Volví en el año 1989 y mi director de tesis seguía con el castigo, me tenía dedicada a tareas subordinadas, casi como si fuera un técnico, aunque ya era doctora. Yo quería firmar artículos y pedir proyectos, pero me encontré con que no me facilitaban ni un ordenador. Tuve que cambiar de área de trabajo porque mi director de tesis tenía muy buena reputación científica, estaba en comisiones de evaluación y yo no me fiaba de que no me fuera a boicotear si pedía proyectos en su área. Hasta entonces había estado trabajando en química de estado sólido y comencé a trabajar en estado líquido, a estudiar otros fenómenos empleando otras técnicas, era otro mundo. Pero por ahí me pude abrir paso”.

Y se abrió paso gracias al apoyo que obtuvo en los laboratorios europeos:

“Cuando volví se hizo pública la primera convocatoria de proyectos españoles con estándares internacionales, y obtuvimos financiación. Esta concesión fue muy importante porque me permitió comenzar a trabajar en un área nueva en la que colaboré con otros grupos”.

Su nueva línea de investigación se centró en realizar estudios de la estructura de sólidos amorfos mediante espectroscopia de absorción de rayos X. Para realizar las medidas con la nueva técnica que había aprendido en Holanda, Adela necesitaba emplear la radiación sincrotrón, así que una buena parte de su trabajo durante los veinte años siguientes tuvo lugar fuera de España, porque en nuestro país no existían fuentes de este tipo.

“Durante  mi estancia en Holanda yo había trabajado en la fuente de radiación sincrotrón de Daresbury, cerca de Manchester. A mi vuelta a España les remití un proyecto que me aprobaron y así comenzó mi trabajo de manera independiente en las fuentes de radiación sincrotrón. Durante veinte años hacía tres o cuatro viajes cada año a diferentes sincrotrones para realizar mis experimentos. Primero al británico SRS, en Daresbury, a partir de 1998, cuando lo cerraron a los investigadores extranjeros, al sincrotrón europeo ESRF, situado en Grenoble (Francia) y después he estado trabajando en las fuentes Photon Factory, en Tsukuba, y Spring-8 en Arima, ambos en Japón, y en el Advanced Photon Source en Chicago. Posteriormente participé en el diseño de algunas de las estaciones del sincrotrón ALBA, la fuente que se construyó en Barcelona”.

La técnica de espectroscopia de absorción de Rayos X que ha utilizado Adela Muñoz durante su carrera como investigadora tiene diferentes aplicaciones:

“He analizado muestras de patrimonio artístico. Empecé a utilizar la espectroscopia de rayos x para estudiar los pigmentos de las pinturas o la composición de los tubos de los órganos barrocos. Esos órganos tienen un timbre especial que se debe a las impurezas de los metales de los que están hechos. He estudiado los fenómenos de solvatación de numerosas disoluciones iónicas, y en ellas sustancias como el oxaliplatin, con propiedades anticancerígenas”.

Pero desde hace unos diez años, la ocupación principal de Adela es investigar a las científicas del pasado:

“Mi afición a seguirle la pista a las mujeres científicas, que había sido mi hobby durante veinte años, fue cobrando importancia y, tras conseguir cinco sexenios en el ámbito de la química, solicité y me concedieron un sexenio de investigación en el ámbito de la historia por mis libros “Historia del veneno. De la cicuta al polonio”, “Sabias” y las biografías de Marie Curie y Antoine Lavoisier. No obstante sigo dando clases de química inorgánica y evaluando proyectos y personal científico en éste área”.

La importancia de su dedicación actual la da el hecho de que elija una de esas publicaciones entre las dos más importantes de su carrera científica: el libro “Sabias. La cara oculta de la ciencia” publicado por la editorial Debate en 2017. La otra publicación seleccionada por Adela Muñoz entre las más importantes de su carrera, es el artículo científico “Experimental evidence by EXAFS of the 2nd hydration shell in dilute-solutions of Cr3+ ”, JACS (1992) Volumen 114, nº 17, pp 6931. Lo publicó a su vuelta de la estancia posdoctoral en Holanda, en la revista del área de química de mayor índice de impacto, Journal of the American Chemical Society, en un campo de investigación completamente distinto al de su tesis doctoral y con un nuevo grupo de trabajo. Ahora está a punto de publicar su séptimo libro: Brujas. La locura de Europa en la Edad Moderna, también con la editorial Debate.

“La sensación que siempre he tenido de que la situación de las mujeres científicas no se arreglaba sola es la que me llevó a AMIT. Era consciente de que había que intervenir desde dentro. Una organización nacional como AMIT tiene mucha más fuerza para influir institucionalmente y acabar con el sesgo y la discriminación sufridas por las mujeres científicas”.


Bibliografía