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Profesora titular
Susana Gaytán es feminista, además de neurocientífica:
«Yo soy feminista porque trabajo para ser una buena persona. No se puede ser buena persona y no ser feminista. Y ya está. Me considero en deuda y heredera de tres mujeres. De la primera de ellas creo que somos herederas todas, es Olimpia de Gouges que literalmente murió por mantener la revolucionaria idea de que las mujeres somos personas. Profesionalmente, mi abuelita favorita es Rita Levi Montalcini, 105 años de neurociencia lúcida; gana el Nobel e invierte el dinero del premio en hacer una beca para niñas africanas. ¿Se puede ser más grande como genio y como persona? Y luego, mucho más personalmente, una mujer que no está en los libros de historia, pero sí en mi historia y que es Pilar Guía, mi madre. Mi madre tenía dos hijas y se pasó toda su vida alentándonos a estudiar, nos decía que la única herencia que nos podía dejar eran los libros. Yo soy lo que soy porque detrás de mí había una mujer que tenía la idea de que el acceso a la cultura era la única forma de hacernos libres. Con esos cimientos, luego, tuve la inmensa suerte de dar con un grupo de personas al que le apasionaban las preguntas sobre el cerebro y con las que pude crecer. De compartir experiencias y trabajos se construye lo que hoy se ve de mi».
Desde muy joven, sabía que a lo que quería dedicarse profesionalmente era la investigación, aunque no sabía exactamente cómo llegar a ello:
«Crecí con unos roles en los que las mujeres eran enfermeras. Y mi padre decía: “Enfermera no, médico”. Aquello efectivamente hizo que yo tuviera acceso a cosas que me descubrieron un mundo de posibilidades. Recuerdo que me regalaron una anatomía humana y me pareció fascinante. Me gustaba mucho la biología, me gustaba mucho entender cómo funcionaban las células».
Así que Susana Gaytán sabía que quería pasar su vida respondiendo a preguntas biológicas a pesar de que en su familia no había antecedentes científicos y de que no tenía claro lo que debía estudiar para hacerlo:
«Ya en el instituto yo decía que lo que quería estudiar era medicina, pero para investigar. Lo que ocurre es que la ciencia no se ha explicado bien, desde luego en su vertiente profesional, hasta hace dos días. Así que ahora sé que de verdad lo que yo quería estudiar era biología (aunque entonces dijese medicina, pero para hacer investigación). Así que, cuando acabé COU, ya más orientada sobre mis expectativas, me matriculé en biología, e hice fundamental. Lo que tenía también muy claro es que en la disyuntiva esa de la biología de “bota” o de “bata”, yo era de “bata”, de laboratorio, de matraces y probetas».
Y así llegó al último curso y el descubrimiento de la neurociencia:
«El último curso fue revelador. Descubrí una asignatura, una optativa a la que iba poca gente, y que era técnicas de neurofisiología. Me resultaron fascinantes todos los temas que se abordaban y, entonces, vi que tenía que tomar decisiones al respecto si quería hacer de ello mi futuro profesional porque, cuando acabé la carrera, no pude acceder a una beca. Afortunadamente conseguí un trabajo como profesora de ciencias naturales de BUP y COU en un colegio y por la mañana daba clases y por la tarde me venía al laboratorio a trabajar. Esto fue así hasta que leí la tesis. Después de unos años salió una plaza en Farmacia y la gané y luego salieron plazas en mi facultad, en Biología, y ya me vine aquí».
Desde entonces, Susana Gaytán se dedica a la investigación, pero también a la docencia:
«No podría vivir sin la docencia. Me encanta relacionarme con el estudiantado, ese contacto con la vida que empieza, con las preguntas nuevas».
En cuanto a su línea de investigación, se ha dedicado desde el principio a estudiar las funciones vegetativas:
«Es que están en la base de todo. Me interesa además porque necesariamente su investigación requiere una aproximación multidisciplinar. Y cuando tú ves por qué se modifican las funciones vegetativas enseguida llegas al correlato vegetativo de las emociones. De hecho, incluso coloquialmente dices que se te hace un nudo en el estómago, que a fulano no le tragas o que se te quedan los ojos como platos… Todo eso es el correlato vegetativo de las emociones. Y efectivamente a la gente se le paran los pulsos y se queda sin aliento».
Y de ahí al estudio que relaciona las funciones vegetativas con la violencia y otra serie de emociones:
«Nos pidieron que comprobáramos qué pasaba en la neuroendocrinología de las personas en situaciones de violencia. De hecho es la línea por la que ahora me he movido a ingeniería biomédica. Lo que trata de desarrollar mi grupo son sensores menos invasivos para interpretar esos cambios que se producen en las funciones vegetativas. Por ejemplo, sabemos que, muchas veces, los críos y crías que sufren bullying no son capaces de expresarlo, si yo tengo una vía no invasiva de evaluar que alguien lo está pasando mal, imagínate qué herramienta tan potente para ayudar a la gente. Es decir, que mi trabajo al final sirve para entender cómo funciona el sistema nervioso y con eso hacer que la vida de la gente sea mejor».
De sus publicaciones científicas, destaca el primero de sus papers, Connections of the rostral ventral respiratory neuronal cell group: an anterograde and retrograde tracing study in the rat. Gaytán SP, Pásaro R. Brain Res Bull. 1998 Dec;47(6):625-42. doi: 10.1016/s0361-9230(98)00125-7. PMID: 10078619, que según sus palabras dio origen a toda su carrera y se centraba:
«En ver cómo se organizaban las estructuras neurales que permiten respirar en mamíferos…Y que esa respiración se adapte a todas y cada una de nuestras actividades. No en vano cantar, o llorar, o reír ¡en realidad casi todo lo que hacemos! no son más que modificaciones de la espiración (la inspiración es menos «modificable», por cierto ¡pero eso es otra historia!). Y para que esos cambios sean posibles hace falte que muchas neuronas intercambien información a todo lo largo del sistema nervioso central».
Y destaca también su publicación más reciente Implications of Neural Plasticity in Retinal Prosthesis. Caravaca-Rodriguez D, Gaytan SP, Suaning GJ, Barriga-Rivera A. Invest Ophthalmol Vis Sci. 2022 Oct 3;63(11):11. doi: 10.1167/iovs.63.11.11. PMID: 36251317 porque, cómo explica:
«En este artículo se muestra como el encuentro entre disciplinas tan diversas como la neurobiología (explorando, una vez más, qué neuronas interaccionan en una determinada función) y la ingeniería (diseñando los dispositivos adecuados) es la mejor vía para afrontar problemas tan graves como no poder ver».

Susana Gaytán que es la presidenta actual de AMIT-Andalucía, llegó a la asociación muy poco después de su fundación, en 2002. Las razones que la llevaron a asociarse las explica así:
«Entré en AMIT porque creo necesaria la formación de sinergias; porque soy muy fan de los Beatles y pienso siempre que mejor con “una pequeña ayuda de mis amigas”; porque creo que hay que trabajar por visibilizar a las mujeres; porque creo en la necesidad de hacer modelos para las generaciones que vengan; porque creo que todavía es muy necesario crear un entorno seguro, porque los acosadores y las estructuras misóginas y hetero patriarcales siguen ahí y alguien tiene cambiar eso contraponiendo una cara humana, la cara de las buenas personas y, todo eso, AMIT lo hace continuamente, sin parar».
Además de su activismo feminista y de su trabajo como investigadora, Susana todavía tiene tiempo para dedicarse a la divulgación, tanto de la situación de las mujeres en la ciencia como de su propio trabajo científico. Y en esta área publicó en 2021 el libro “¿Por qué me duele?”, editado por Next Door Publishers (ISBN 9788412355536 ) y en el que hace una aproximación para todos los públicos de la fisiología del dolor. Y últimamente está emocionada con el programa “Una científica en tu cole andaluz”, uno de los programas puestos en marcha por AMIT para despertar vocaciones científicas y tecnológicas entre las niñas y que, en Andalucía, tiene como protagonista a la científica Lola:
«Ahora tenemos a Lola que nos está llevando a multitud de colegios y nos está acercando a infinidad de niñas y niños. Porque mi hija y mi hijo no han necesitado que les dijeran que la ciencia es divertida, lo veían en casa. El problema es cuando tú estás en un pueblito chiquitín perdido en la sierra y ni siquiera sabes que la investigación es un destino profesional y lo apasionante que es. Llevarles a esas niñas y a esos niños esa posibilidad es abrir una puerta gigante».