Trinidad Serrano Aulló

Doctora en Medicina y Cirugía

Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa
(Madrid, 1965)

 

Trinidad, “Trini”, Serrano es médica hepatóloga e investigadora en el Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa de Zaragoza.

Desde pequeña siempre he querido ser médica. Ahora, de mayor, pienso que podría haber sido muchas otras cosas, pero entonces no tenía plan B, para mí la medicina tiene muchísimo de vocación. El interés por la investigación sí me ha venido mucho por la formación que he tenido, por las personas con las que he estado, por los que han sido mis mentores. Creo que, si me hubiera formado con otras personas, mi vida profesional no tendría la faceta investigadora que tiene”.

Empezó su carrera en la Universidad de Zaragoza (en el Colegio Universitario de Huesca) y acabó en la Universidad de Navarra.

Cuando yo estudié ya empezaba a haber algo más de chicas que de chicos. Me acuerdo que cuando hacía el MIR, entre los residentes del hospital ya éramos 65-70% chicas. Por eso, la carrera de medicina no es de las hostiles con las mujeres. Aunque también es verdad que hay muchos más profesores que profesoras. Yo he tenido muy pocas profesoras. Entonces lo aceptábamos como algo normal, ahora lo veo y digo “buff”.

Trini Serrano disfrutó estudiando su carrera:

Estudié mucho porque me gustaba lo que estudiaba. Después de aprobar el MIR elegí digestivo como especialidad. Yo quería ser internista que es el médico que sabe un poco de todo, pero en ese momento el trabajo estaba muy mal, había paro en medicina. Y todo el mundo me decía, no hagas medicina interna porque no tendrás trabajo. Al final me convencieron, pero como a mí me gustaba saber de todo, fui al libro de medicina interna y miré cuál era la parte médica que más ocupaba, cuál era la más grande, vi que era digestivo y por eso elegí digestivo. En ese momento descarté la cirugía porque no había tenido prácticas, no había tenido formación en ese campo. Ahora, muchos años después, me da pena haberla descartado”.

Hizo la especialidad en Zaragoza y desde entonces ha trabajado en esa ciudad:

Durante la especialidad tuve mi primer contacto con la investigación, uno de los adjuntos de entonces que después ha sido mi jefe, era muy investigador, acababa de volver de Estados Unidos de una estancia de dos años, así que empecé a hacer la tesis doctoral con él. Y me gustó mucho la investigación. Creo que, si no hubiera sido por eso, no habría investigado porque en medicina es muy complicado hacer investigación.  Tienes que hacerla como un extra, aparte de lo que es la práctica clínica, y cuesta mucho esfuerzo. Yo tuve la suerte de que me entrara el gusanillo de hacerme preguntas científicas y buscar la manera de responderlas”.

Su tesis, además, fue «muy de laboratorio” lo que tampoco es habitual en su profesión en la que la investigación suele estar mucho más relacionada con la práctica clínica.

La empecé a hacer a la vez que hacía la residencia y la leí al año siguiente de acabar la residencia. Terminé la especialidad en un momento muy malo, era el 93, en plena crisis, y estuve un tiempo sin encontrar trabajo. En ese tiempo acabé la tesis y seguí en el laboratorio, sin que me pagaran. Lo que nunca quise fue estar inactiva. Tenía la sensación de que si me paraba iba a perder mi tren profesional. Lo tuve siempre clarísimo. Me daba igual no cobrar, me daba igual lo que fuera, pero tenía que seguir. Luego me salió un trabajo en un hospital comarcal en Cataluña y me fui allí. Después volví a Zaragoza porque en el 98 se ponía en marcha el programa de trasplante hepático. Me preguntaron si quería trabajar en ese programa, dije que por supuesto, pero tenía que formarme. Yo entonces tenía ya a mis tres hijos, la pequeña había nacido en marzo del 98. Me fui al Clínic de Barcelona sin ninguna ayuda económica. Un amigo me dejó un piso muy barato. Tuve suerte, me salió todo redondo. Me fui con mis dos hijas pequeñas, una de cuatro meses y la otra de dos años, y mi hijo que entonces tenía 5 años, se quedó con mi marido. Luego me dieron una beca que me permitió recuperar algo de lo que había invertido en formarme, pero es verdad que yo en esto he sido siempre lanzada, casi diría inconsciente. Ahora, después de muchos años, puedo decir que me ha salido bien, pero en esos momentos tampoco me lo planteaba mucho, si veía la oportunidad, la aprovechaba. Cuando acabé esa estancia volví a Zaragoza y a los tres meses me contrataron para el programa de trasplante hepático. Y desde entonces he trabajado en ello, aunque también hago hepatología, es decir, no solo trasplante sino hígado en general, enfermedades hepáticas. Siempre he estado en el mismo sitio. He salido solo para hacer estancias fuera. Hice una en Holanda justo al acabar la tesis para aprender unas nuevas técnicas de laboratorio y luego en 2004 estuve un año en el Kings College en Londres. Y en 2012 hice otra de tres meses en Pittsburg. Cuando pasa mucho tiempo y no he hecho nada nuevo, ya me pide el cuerpo cambiar un poco”.

Sobre los artículos de los que se siente más satisfecha, Trini Serrano asegura que el primero de ellos es el que surgió de su trabajo de investigación durante la pandemia: “Paramos todo lo que hacíamos y redirigimos nuestros esfuerzos a intentar ayudar. Hicimos un algoritmo mediante inteligencia artificial para predecir qué pacientes tenían más riesgo de muerte o ingreso en UCI. Una herramienta para utilizar en los servicios de urgencias”. A Clinical Decision Web to  Predict ICU  Admission  or Death  for Patients Hospitalised with COVID-19  Using Machine Learning Algorithms, Int.  J.  Environ.  Res.  Public Health 2021,  18,  8677. https://doi.org/10.3390/ijerph18168677. Y el segundo, “es mi última publicación que analiza las diferencias entre hombres y mujeres en la mortalidad tras el trasplante hepático. Como nos imaginábamos, las cosas no son iguales entre ambos”. Mortality  and  Causes  of  Death  After Liver  Transplantation:  Analysis  of  Sex Differences  in  a  Large  Nationwide Cohort. Transpl  Int  35:10263. doi:  10.3389/ti.2022.10263.

Desde mayo de 2021, Serrano es la coordinadora de la historia clínica electrónica de Aragón.

Es un trabajo muy interesante porque consiste en coordinar la evolución de nuestras herramientas informáticas para el trabajo clínico. Estoy aprendiendo muchísimo y a mí la sensación de aprender me encanta. Y además es muy satisfactorio porque tengo la posibilidad de ayudar a mejorar estas herramientas que van a permitir facilitar y mejorar nuestro trabajo”.

En cuanto a cómo vive la feminización de su profesión, Trini Serrano asegura:

El hospital no es un medio especialmente hostil para las mujeres porque está muy feminizado, tengo muchas compañeras mujeres y las enfermeras, con las que más trabajo en equipo, son todas mujeres, así que nos entendemos fenomenal. Sí es verdad que hemos tenido épocas con jefes a la vieja usanza y hay machismo. De hecho, una de las cosas que a mí me dijeron cuando empecé fue: “Me habían dicho que las mujeres daban muy mal resultado, y estoy viendo que no”. ¡Y eso me lo dijo un jefe como un piropo! Cuando yo empecé además no había ni una mujer jefa, ahora ya hay más. En ese sentido sí lo notabas, por ejemplo, si tenían que elegir a un compañero o a ti, iban a elegir antes al compañero. O no tenían problema en ofrecer a una mujer un contratito malo o una media jornada, pero si era una buena plaza, se lo decían antes a los compañeros. De eso cada vez hay menos porque es todo más objetivo: listas, bolsas, todo es por puntos. Pero en aquellos años, cuando había una plaza era el jefe el que elegía. Y otra cosa que todavía persiste es que hay muchas menos jefas que jefes a pesar de que ya somos muchísimas mujeres”.

Trini Serrano es una de las fundadoras del Grupo de Hepatólogas, integrado en AMIT, y que se formó en el año 2018. Explica así la formación de este grupo y su integración en AMIT:

En medicina tenemos muchos grupos de trabajo, congresos, charlas, simposios, etc… Una de las cosas que pasa con mucha frecuencia es que los ponentes son casi siempre hombres. Entonces nos llegó una invitación a una de esas charlas que había organizado un laboratorio farmacéutico. Eran cinco ponentes y los cinco eran hombres. Una compañera que también es de AMIT se indignó tanto que contestó: “Estoy harta de estos eventos solo con hombres, la industria farmacéutica tiene la capacidad de aupar a los profesionales y siempre elige a hombres. Mientras hagáis esto, conmigo no volváis a contar”. Envió el correo a los organizadores y nos puso en copia a unas cuantas compañeras. Ahí se armó tal revuelo que hicimos un grupo de wasap, al que se fue apuntando cada vez más gente. A los dos meses se celebraba el congreso de nuestra sociedad. Decidimos hacer una reunión de mujeres. En la sociedad fue mal visto, al principio nos miraron con recelo. A raíz de eso quedamos un día con Maite Paramio, Carmen Fenoll y Capitolina Díaz de AMIT. Nos gustó mucho la asociación y entonces, unas cuantas nos hicimos socias para organizarnos y poder ser un poco más reivindicativas. Desde que empezamos con todo esto, en la junta directiva de nuestra sociedad médica, la mitad ya son mujeres, y ahora es muy, muy raro que en los carteles de eventos haya solo ponentes hombres”.

Trini Serrano atendiendo pacientes en Filipinas